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Historia del cuarto del rescate de Atahualpa

 

El mismo día que Pizarro arribó a Cajamarca envió a Hernando de Soto uno de sus mejores y más nobles capitanes con 20 jinetes al campamento del Inca, situado en las afueras de las ciudad, con la misión de invitar al soberano a hacerle una visita. Efectivamente al atardecer del día siguiente el 16 de noviembre de 1532, después de una noche en la que ningún español durmió acusados por el nerviosismo, el temor y la incertidumbre, el emperador hizo su ingreso con gran pompa en la plaza de Cajamarca, conducido en reluciente litera o anda (madera de oro) por sus principales nobles y escoltado por grandes efectivos militares.

Fue entonces cuando se le presentó el padre Vicente Valverde portando un breviario y seguidamente a convertirse a la religión católica y a reconocer al rey de España como su soberano. Petición esta que traducida por el intérprete disgusto grandemente a Atahualpa quien en actitud de rechazo se dice arrojo o dejo caer al suelo el libro que le había entregado Valverde, el mismo que el grito de guerra: Santiago, determinó que los españoles entraran en acción con ímpetu arrollador y diabólico. Atahualpa cayo así prisionero tras una feroz matanza de nativos en lucha desigual y hábil y minuciosamente preparada por los castellanos. En cuya obra destructora jugaron preponderante papel: la astucia y el engaño, la caballería y el arcabuz. “de esta manera el 16 de noviembre de 1532, los conquistadores habían dado el golpe al Imperio de los Incas”, aunque la lucha de los nativos contra los invasores peninsulares se prolongaría por varias décadas más.

Prisionero el soberano fue tratado con especial consideración por los españoles; pero convencido plenamente de la extremada sed de riquezas que dominaba a los castellanos, les ofreció a cambio de su libertad (rescate) mucho oro y mucha plata.

“si me dejáis libre, les había manifestado, cubriré de oro esta habitación (donde estaba cautivo), hasta la altura de mi mano (teniendo en cuenta que la estatura de Atahualpa era de aproximadamente 1.82 o 1.85), y llenaré de plata las dos habitaciones siguientes”. Toda esta riqueza fue traída desde el Cuzco, Pachacamac y también en Cajamarca de los recintos de minerales de paredones de allí se trajo oro y plata las cuales se usaron en las iglesias de la época, en los adornos, barras, las mismas que eran llevadas a España que era un país empobrecido. Por otra parte, temeroso de que los españoles pusieran en el trono a su hermano Huascar, heredero legítimo, ordenó Atahualpa que le dieran muerte, siendo ahogado, efectivamente, en el rio Andamarca (cerca de Jauja). Convencido Pizarro, luego del reparto del fabuloso botín, de que la presencia de Atahualpa era un obstáculo para la culminación de su plan de conquista del imperio, resolvió , con la aprobación de la mayoría de sus compañeros de armas, enjuiciar y condenar a muerte al soberano Inca , quien había brindado a los invasores: hospitalidad, nobleza y generosidad.

De esta manera al soberano se le acusaba de haber dado muerte a su hermano Huáscar y de pretender ocupar indebidamente su trono del imperio, de ser idolatra y no querer reconocer así al verdadero Dios y a su religión, de tener costumbres inmortales, pues vivía rodeado de numerosas concubinas y de no haber cumplido íntegramente con lo ofrecido para su rescate.

Sentenciado a morir en la hoguera se le conmutó la pena por la estrangulación (garrote), por haber aceptado bautizarse, como efectivamente lo hizo.

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